Por Lic. Adriana Goglino
Hace un tiempo me recomendaron un libro sobre la conquista de América de un antropólogo: TZVETAN TODOROV. Dada la temática sobre lo cual había ya leído bastante, olvidé esta recomendación hasta que una tarde, de esas pocas tardes en las que una tiene tiempo para recorrer los estantes de una librería, me topé con aquel libro: “La conquista de América, el problema del Otro”. Comencé a hojearlo y me atrapó tanto que me senté en esos silloncitos que tienen algunas librerías donde se supone que los lectores recorren el índice, u hojean un instante el libro antes de decidir comprarlo. Yo superé el índice, los instantes, los minutos y sin darme cuenta, me sumergí en el texto como si estuviera en el living de mi casa.
Ahora bien: ¿por qué comencé con esta historia si no voy a reseñarles este libro sino “La vida en común”? Quizás porque fue a partir de aquella anécdota que descubrí a su autor. Un autor que aborda la realidad desde una mirada obviamente antropológica, pero con grandes pinceladas psicológicas, más aún, me atrevería a decir psicoanalíticas.
Ambos libros (“La conquista de América” y “La vida en común”) son un recorrido sobre la construcción de nuestra subjetividad. El primero la aborda desde nuestro ser americano a partir de ese Gran Otro que fue el Español, el conquistador. El segundo retoma la tópica sobre la constitución subjetiva en el desarrollo de la ontogenia, es decir, en el devenir de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte.
Es así que en este recorrido vital, nos vamos constituyendo como seres sociales a partir de ese o esos Grandes Otros que en nuestras historias de vida son los primeros Otros que nos marcaron a partir de sus mirada, sus cuidados, sus expectativas y deseos, y también su límites y sus prohibiciones.
“La vida en Común” nos habla de cómo transitamos ese trayecto para llegar a constituirnos como sujetos adultos que necesitan compartir la vida con otros. El autor, de manera desafiante, dispara una pregunta para desagregar las variables que entran en juego en este desarrollo de lo humano.
¿Qué es aquello que nos marca fundamentalmente? ¿Podemos hablar de una sola variable o un elemento prioritario como causa constituyente de este devenir? Si bien cada uno de nosotros recorre itinerarios personales y particulares, ¿habría algo que nos marca como característica —o mejor dicho, como “apremio”— que podría generalizarse a todos los humanos al momento de vivir y compartir con otros la vida laboral, familiar, educativa?
El libro parte de una pregunta: ¿qué es lo que caracteriza al Hombre como sujeto humano y por tal sujeto social? Recorre las respuestas que se han dado desde la Antropología, la Psicología y especialmente la Filosofía, desde los griegos hasta los modernos con pinceladas novedosas e interesantes de diferentes corrientes y autores. Otras preguntas se van sumando a la cuestión, como por ejemplo si es el hombre un ser social por naturaleza (desea y busca este “estar con otros”) o en cambio lo social se le impone como limitante de sus deseos.
Y así recorren sus páginas multiplicidad de filósofos y pensadores que dialogan y debaten conceptualizaciones donde aparecen también metáforas interesantes, multitud de ejemplos y categorías novedosas que distinguen el Vivir, del Ser y del Existir.
Y es a partir de esta categoría de “Existir Humano” que el libro me atrapó como otrora me atrapara en aquella librería “La Conquista de América y el problema del Otro”. Una Existencia Humana que se constituye a partir de LA NECESIDAD DE RECONOCIMIENTO.
Así entiende Todorov a lo humano: aquello que nos hace sujetos y nos marca la existencia en todos los ámbitos en que nos movemos es el reconocimiento, como única vía del sentirnos vivos.
El libro rescata esta pregnancia del reconocimiento recorriendo y caracterizando cómo se juega en los sujetos este primer Gran Otro de los primeros cuidados infantiles, como también estos Grandes Otros en los ámbitos de trabajo, de familia, vida en común. Las páginas nos interpelan a partir de un lenguaje llano, alejado de los academicismos, en comprender que la subjetividad no es algo acabado. Posee marcas en cada uno, aunque se construye continuamente a partir de la mirada de los Otros.
Quiero finalmente rescatar esta interpelación que me provocó este libro. Especialmente quiero rescatar la transferencia que podemos hacer a los ámbitos laborales, a la “vida en común” que transitamos cotidianamente en nuestros trabajos. El reconocimiento del Otro, los otros, “mi otro”, son actitudes que muchas veces están ausentes en estos ámbitos. Se habla hoy mucho de la importancia de la gestión del conocimiento, de la retención de “talentos”, de la formación, control y motivación de los “recursos humanos”… quedando en estos significantes invisibles los sujetos —subjectum, lo que está por debajo— que subyacen a estas categorías.
Rescatar la esencia de lo humano en la necesidad de reconocimiento como plantea Todorov es rescatar que “nuestra incompletud no sólo es constitutiva sino también incurable….” La llevamos puesta en todos los ámbitos y se agudiza, se pone en carne viva, en los contextos laborales donde la subjetividad se vuelve más vulnerable.
¿Es el reconocimiento de los otros la única vía del sentimiento de existencia? El reconocimiento de nuestro ser y la confirmación de nuestro valor son el oxígeno de la existencia. El libro convoca a todos y todas, más aún en estos tiempos de labilidad en las fronteras del respeto, la paciencia y la tolerancia.