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Leímos para vos: El cerebro ejecutivo. Lóbulos frontales y mente civilizada.

Elkhonon Goldberg El cerebro ejecutivo. Lóbulos frontales y mente civilizada. Editorial Crítica. Mayo 2016. Barcelona. Por Ricardo Czikk.

Cuanto antes mejor, me dije y acá estoy con el libro fresco en la memoria, desplegando un conjunto de acciones que podríamos llamar “frontales”, por el nombre de los lóbulos del cerebro donde estarían alojadas. Anticipo un tiempo libre y tranquilo para esta tarde, organizo un plan, al tiempo que soy consciente de que muchas ideas irán aflorando mientras avance. Te imagino a vos lector, al cual combino con la restricción de escribir en no más de tantas palabras, por lo que tendré que revisar esa función en el editor; elegí la música que mejor cuadrara para este momento y mientras el entusiasmo, con un poco de modorra me invaden – después del almuerzo no es el mejor horario- decido, y esta es la palabra clave: decidir, ponerme a escribir esta reseña. Lo que acabo de exponer, es en forma sucinta, aquello que describe con maestría de científico y divulgador (no confundir con vulgarizador), Elkhonon Goldberg, en este libro llamado “El cerebro ejecutivo. Lóbulos frontales y mente civilizada”. Es atrapante desde el comienzo: la introducción por Oliver Sacks, otro fenomenal investigador de la ciencia de la mente, la autobiografía que transcurre como una novela de suspenso, donde Goldberg despliega su sofisticada estrategia para obtener la visa de salida de la URSS, en la década del 70. Ya en el libro ganará cuerpo su estilo didáctico, para explicar lo que de ningún modo puede considerarse sencillo, unido a la búsqueda por conceptualizar la historia de la humanidad desde la neurociencia. Goldberg es producto de una hibridación apasionante: formado en la escuela de Luria, quien a su vez había sido discípulo y colega de Lev Vygotsky, junto a aquel realizan una investigación pionera los lóbulos frontales –los que hasta finales del Siglo XIX habían sido considerados silentes, por su aparente falta de función específicaculminando su formación y trabajo en Estados Unidos, donde actualmente reside. Pero, hasta acá no podrías sentir que no te expliqué nada de valor, por lo que te imagino con la pregunta, QHEEPM (¿Qué hay en esto para mí?). La respuesta que ensayo sería que estamos ante una serie de hallazgos sobre el funcionamiento de lo más humano de lo humano: la intencionalidad, consistente en tejer deseos, iniciar la acción para realizarlos, controlar su ejecución y coordinar el comportamiento con otros, para no fracasar en el intento. Algo como lo que me va pasando ahora. Son las llamadas funciones ejecutivas, comandadas por un CEO – así lo denomina- que se aloja en los lóbulos frontales, más específicamente en la corteza prefrontal, de un tamaño ellos que excede al que posee en otros seres vivos, entre quienes los poseen porque se corresponde a una evolución superior de lo vivo. Otra vez me invade la inquietud del lector: ¿Y a mí qué? Entonces diré, si los fenómenos comportamentales individuales y grupales te importan, hay más en este libro. Goldberg asegura que la corteza prefrontal será la explicación del Factor I o Inteligencia y no tal o cual habilidad específica o el Cociente Intelectual, sino que se trata de aquello –y aquí hablo yoafanosamente buscado a la hora de reclutar, seleccionar y promover a la gente, una cualidad que hace que no sólo la persona se proyecte, planee y ejecute las acciones, sino que también tome en cuenta los planes de los otros, regule sus propias emociones y haga lo que debe hacer un director de orquesta –metáfora que relaciona a la corteza prefrontal, rica en conexiones con todo el cerebro y al cual coordina en función de intenciones, con el dueño de la batuta que combina las ejecuciones especializadas de todos los músicos-, para que la ejecución social sea posible. En este sentido, Goldberg dirá que la corteza prefrontal ha sido clave en el proceso civilizatorio, porque ha permitido que se construya saber social, se lo acumule y utilice en pos de logros cada vez más sofisticados, con coordinaciones de complejidad creciente. Está hablando de un talento específico: “la capacidad de liderar, de obligar a otros seres humanos a colocarse detrás de usted” (pág. 20). ¿Ahora sí atrapé tu atención estimado/a lector/a? La tarde avanza y me han interrumpido ya dos veces con llamados y whatsapp, algo no recomendable porque la atención no funciona en estéreo, sino que es monoaural como en los viejos equipos musicales. Todo corte implica un precio, así que debo retomar la cuesta y pienso, ¿Qué más podría estimular a este lectorx a querer ir al libro de Goldberg?, y pienso en una conexión que creo podría interesarte. El autor sostiene que la diferencia entre los dos hemisferios, que en los tests de Benziger y de Herrmann se relacionan con funciones holísticas y relacionales en el derecho mientras que analíticas y secuenciales en el izquierdo, el autor la encuentra primero en que el derecho es apenas más pequeño, cosa que no se sabía hasta hace muy poco. Y segundo, más importante aún, el derecho también tiene la función de incorporar la novedad, lo desconocido, mientras el izquierdo va incorporando aquello como rutinas y las transforma en conocimiento adquirido. Se trata de un proceso sincronizado: una parte de la naturaleza se ocupa de lo que cambia, la otra de sostener el proceso aprendido. Me recordó una de las paradojas que expone Ernesto Gore en “El nuevo management” capítulo 1, donde sostiene que en las organizaciones se caracterizan por la especialización en la explotación de lo sabido, sería su función primaria, pero que si no exploraran nuevas ideas sería su final “no explotar lo que se sabe es una tontería, no explorar nuevos caminos también; hacer ambas cosas al mismo tiempo suele ser sobrehumano”. Goldberg dirá, con el perdón de Ernesto, que este doble ejercicio es bien humano, porque la supervivencia humana -aventuro que también la organizacional-, depende de esta maravillosa danza donde se van iluminando ambos hemisferios, de la persona/organización. Un pequeño dato de color: nosotros los zurdos hemos sido calificados injustamente como siniestros, porque seríamos –yo no lo soy- temibles espadachines y luchadores, con la capacidad de sorpresa que nos brinda entrar desde un flanco inesperado al adversario diestro. Goldberg especula con algo más: los zurdos, cuyo hemisferio preeminente es el derecho, somos un diez por ciento de la humanidad más proclive a lo novedoso y por ello en todo el planeta hemos sido reprimidos por la mayoría derecha (no dije: de derecha), que es gobernada por su hemisferio izquierdo, el conservador. Ejercicio Goldberg: la humanidad se habría movido con cautela en los cambios por esta diferencia estadística, donde una mayoría ha cuidado el status quo y los zurdos, un poco locos -proporcionalmente hay más esquizofrénicos, autistas, disléxicos y con síndrome de ADD entre nosotros-, han sido “el fermento inquieto, creativo y buceador de la novedad en la historia” (pág. 119) Goldberg ha sido lector/a desde pequeño de Spinoza y por ello mismo es un escéptico del escéptico Descartes quien instaló una cuña entre cuerpo y mente de la cual nos cuesta recuperarnos, denunciado como el “error de Descartes” por otro neurocientífico a quien reconoce expresamente como un pionero: Antonio Damasio. Dos riesgos se ciernen en estos estudios de la neuropsicología (esto es mío, atento lector si llegaste hasta aquí). El primero trata de la idea de una mente que procesa como una supercomputadora, versión hipermoderna de aquel paradigma mental cartesiano. Ante ello, Goldberg dirá que este Cerebro Ejecutivo coordina, como debería hacer todo CEO, los conocimientos con las intuiciones, lo sabido con lo novedoso, lo aprendido con los requerimientos adaptativos, atento a los deseos e intenciones propias y de los otros, sus congéneres; el lóbulo frontal por fin ha comenzado a hablar y lo hace en lenguaje integrador. El otro riesgo, el del reduccionismo neurocientífico que Goldberg parece querer evitar, consiste en el intento de explicar la dinámica del deseo y la acción humana, reduciéndola a la radiografía y estudio de las dinámicas intracraneales, homologable al que existe en otro terreno del conocimiento, al pretender explicar el funcionamiento organizacional como puro emergente de las interacciones individuales. Apago la música, me siento gratificado, algo dentro dice que ya puedo entregar este texto. Quizá sea la voz de mi CEO. Ahora te toca a vos elegir inteligentemente.

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