Por Noemí Juiz | J3 Consultora
Muchas veces hemos hablado respecto a que el desarrollo del talento se da, fundamentalmente, a través de la experiencia. Si bien la formación académica y la capacitación son instancias valiosas, los verdaderos saltos cualitativos en el aprendizaje de competencias resultan a partir de atravesar vivencias significativas.
Hace pocos días llegó a mí un artículo muy interesante escrito por Jorge Larrosa (1), de la Universidad de Barcelona sobre la experiencia y la formación. Me interesó su reflexión ya que considero que hace un aporte que vas más allá.
Plantea que una experiencia no es “eso que pasa”, sino que es “eso que me pasa”; en ese sentido señala que la experiencia es una relación con algo distinto de mí pero que tiene lugar en mí, donde hay un intercambio, es decir, es una relación en la que algo pasa de mí a lo otro y de lo otro a mí; y en ese paso, tanto yo como lo otro sufrimos algunos efectos, somos afectados.
Dicho de otra forma, para que se dé efectivamente un aprendizaje, un cambio o una transformación en términos de competencias, no es suficiente que tenga la oportunidad de estar expuesto/a a ciertas situaciones como un/a espectador/a si éstas no me atraviesan, sino que es clave la relación que yo que establezca con esa situación para que la misma se convierta realmente en una experiencia de aprendizaje.
Me gusta mucho como Larrosa lo ejemplifica con la experiencia de la lectura. Lo comparto:
“Cuando yo leo a Kafka (o a Platón, o a Paulo Freire, o a Foucault, o a cualquier otro autor de los que son o han sido fundamentales en la propia formación o en la propia transformación), lo importante, desde el punto de vista de la experiencia, no es ni lo que Kafka dice ni lo que yo pueda decir sobre Kafka, sino el modo como en relación con las palabras de Kafka puedo formar o transformar mis propias palabras, pensamientos o sentimientos. Lo importante, desde el punto de vista de la experiencia, es cómo la lectura de Kafka (o de Platón, o de Paulo Freire, o de cualquier …) puede ayudarme a decir lo que aún no sé decir, pensar o sentir o lo que aún no puedo decir, pensar o sentir o lo que aún no quiero decir, pensar o sentir. Lo importante, desde el punto de vista de la experiencia, es que la lectura de Kafka (o de Platón, o de cualquier …) puede ayudarme a formar o a transformar mi propio lenguaje, mi propio pensamiento, mi propia sensibilidad; a hablar, pensar y sentir por mí mismo, o a escribir por mí mismo, en primera persona, con mis propias palabras, mis propias ideas, mis propios sentimientos.” (2)
Tanto para nosotros mismos, como para quienes orientamos a otros en el desarrollo de su talento, estemos atentos a fomentar que las situaciones puedan ser capitalizadas como ricas experiencias de aprendizaje propiciando la reflexión acerca de la relación lograda entre la persona y su vivencia.
Notas: (1) Fuente: Larrosa, J. (2006) Sobre la experiencia. Aloma, Universidad de Barcelona, pp. 87-112
Las palabras en itálica corresponden a agregados por NJ con el fin de sintetizar el texto original, más extenso.
Una respuesta en “Cuando la experiencia es maestra”
Este artículo me trae a la memoria a otros 2 autores: Humberto Eco cuando muestra que el mensaje lo construye el lector, y Enrique Pichon-Riviere cuando nos habla de los obstáculos epistemofílicos refieriéndose al vínculo afectivo entre el sujeto de aprendizaje y el objeto a ser conocido / aprendido (contenido o competencias que pueden ser ese hablar, pensar o sentir).