Categorías
Sin categoría

Dialogar para acordar / Dialogar para comprender

Por Guillermo León Barreto

Hay ocasiones en que las herramientas nos defraudan, pero algunas veces el problema son nuestras expectativas.

Siento que es lo que nos pasa con el diálogo. Insistimos en que tiene que ser una herramienta para alcanzar acuerdos, cuando a veces debería bastarnos con que sirva para comprendernos mejor.

En aras de lograr acuerdos dialogamos tratando de poner el acento en lo que tenemos en común. 

A veces, dejamos de reclamar lo que nos molesta del otro, otras veces compartimos menos información de la que sabemos necesaria acerca de las propias posibilidades para cumplir lo que se nos pide, o evitamos hacer referencias a los cambios de contexto a los que cada parte está permanentemente expuesta. Y todo para “facilitar” el acuerdo.

El resultado es previsible: los acuerdos alcanzados duran poco tiempo. Y al repetir el mismo ciclo, vamos desgastando las propias ganas de acordar (cuando no las ganas de trabajar juntos).

“Esta persona no me cae bien. 

Debería conocerla mejor”, 

Abraham Lincoln.

Comprender puede ser el primer propósito del diálogo. No se trata de conformarnos con menos. La mutua comprensión es un objetivo bien valioso que, al conquistarlo, nos acerca a la posibilidad de alcanzar acuerdos -tantos como resulte posible- y sostenerlos en el tiempo.

Poner el foco en entender y comprender nos cambia la dinámica del diálogo al introducir la pregunta como ingrediente clave. Preguntamos poco, y lo poco que preguntamos rara vez tiene cómo móvil la genuina curiosidad por entender quién es el otro y por qué hace lo que hace.

Los invito a pensar en el contexto laboral y, en particular, a una conversación entre líderes de diferentes áreas en la que uno de ellos reclama al otro por no haber cumplido lo pactado. Todos hemos tenido ese tipo de conversaciones. 

Vamos a ponernos primero en los zapatos del que estuvo en falta:  

  • Consciente del yerro, acepto el reclamo de mi colega, me disculpo, y le prometo reparar la situación en el menor tiempo posible. Con eso debería bastar.

¿Por qué la otra parte insiste en preguntarme por las causas o motivos de mi incumplimiento? Pregunta con respeto, pero hace sentir incómodo y me parece reprochable el afán de mi colega de “meter el dedo en la llaga”.

Ahora les propongo que nos pongamos en los zapatos de quien reclama.

  • ¿No es razonable que trate de entender qué fue lo que le pasó a mi colega?, ¿Qué lo llevó a no cumplir lo pactado?, ¿No servirá la pregunta para volcar sobre la mesa más y mejor información sobre sus posibilidades para cumplir con lo que necesito? Y si así fuera, ¿No resultará de este diálogo un acuerdo más realista y sostenible?

No es habitual que nos pongamos a indagar los motivos por los que la otra parte no pudo cumplir. Parece poco diplomático. Algunas personas sienten que “coleccionar promesas” los posiciona mejor en el vínculo y les da más derecho de exigir. Pero el propósito original de la relación es satisfacer necesidades de un proceso de trabajo, y no tener razón.

La pregunta es la llave para construir una dinámica de relación diferente. Donde el foco está puesto en el problema y no en la persona.

La pregunta -seguida del silencio- nos desafía a la escucha, y lo que es más difícil, a la aceptación.

Aceptar es respetar al otro como diferente y respetar sus acciones como fruto de quien es y el “ecosistema” que habita, con sus necesidades, prioridades, capacidades y posibilidades.

El diálogo con preguntas para conocer y entender, y el respeto por los límites del otro nos permiten también “exorcizar” el vínculo de las sospechas de falta de voluntad o desinterés por trabajar juntos. Pocas veces se trata de falta de compromiso o indiferencia. Podemos elegir pensar bien (para “pensar mal”, hay tiempo).

Seguiremos siendo diferentes, seguiremos teniendo expectativas y necesidades (algunas difíciles de articular con los demás), pero a fuerza de preguntar, escuchar y aceptar, podremos entendernos más, anticipar los desacuerdos y elegir cómo actuarlos, tener menos sorpresas, y ganar el beneficio de una mejor convivencia. Seguramente con algunos acuerdos y mucha más información para interpretar y gestionar los desacuerdos.

Una respuesta en “Dialogar para acordar / Dialogar para comprender”

¡Muy buen artículo Guilermo! En su metodología “Las 5 disfunciones de los equipos”, Patrick Lencioni define la FALTA de COMPROMISO (la 4ta disfunción de su modelo) como “La capacidad de alinearse con una decisión del equipo aunque uno personalmente no esté de acuerdo”. Recuerdo que un inglés de Unilever una vez reunió a todo el equipo de mantenimiento de planta y nos dijo esto: “Los alemanes, a diferencia de nosotros, los ingleses, discuten todo pero, una vez que acuerdan, no discuten más y empujan hacia adelante y sin chistar hasta la próxima evaluación de resultados”. Nos miramos medio avergonzados y sin decir nada, por lo bajo todos pensamos algo así: “Si este hombre supiera que nosotros (argies de pura sangre) apenas salimos de una reunión empezamos a opinar y a discutir sobre lo todo lo que se decidió en ella, no se sentiría tan avergonzado frente a la disciplina alemana”

Hablando en serio. Como vos bién lo planteás, Guillermo, NO HACE FALTA ESTAR DE ACUERDO EN TODO PARA ACORDAR. Alcanza con ser capaz de comprometerse con las decisiones del equipo y de alinearse detrás de esas decisiones. Aunque, personalmente, uno no esté de acuerdo

Saludos a todos / Mario Balzarini en Linkedin

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *